viernes, septiembre 09, 2005

Las catacumbas del monstruo


A mirar mi rostro
no te atreverías tu,
ni a pensar en mi,
que con el cielo
soñando estoy,
y preso soy
del infierno...

solo aquí...

solo aquí...

lunes, septiembre 05, 2005

VICEVERSA


Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte

tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte

tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte

o sea
resumiendo
estoy jodido
y radiante
quizá más lo primero
que lo segundo
y también
viceversa.

viernes, septiembre 02, 2005

Amor, tormento y arte


Tormento y arte parecen desde siempre ir perfectamente hermanados. Cuando el arte dejo de ser mera técnica, cuando el espectador podía esperar algo mas de aquello que pretendía conmover su alma llega el dolor a rellenar el vacío que dejaron esos días felices de vino y rosas. De hecho son obras que expresan tormento las que se han perpetuado como autenticas expresiones del corazón, del sentir mas humano. El dolor, el tormento: “El grito”, de Münch, los cuadros sobre la vivencia femenina y voyeuristica de la soledad de Hopper... El artista necesita a veces rozar la marginalidad para ponerse en contacto con lo mas impactante de su propio yo, lo que en el fondo le une a todos los demás seres humanos. Es el dolor lo que nos reduce al mínimo común, a la materia básica. Soy dolor = somos dolor. Y ahí tenemos a los literatos mas polémicos, cuyas obras son dolorosamente bellas, aterradoramente atractivas. Baudelaire, bueno, escribió “La flores del mal” bajo los efectos del opio, y dedicó una de sus obras mas deliciosas, “Los paraísos artificiales” a un tratado sobre el hachís. Poe era un borracho, sobre todo cuando escribía, y sin embargo yo aun me estremezco en mi fibra mas intima ante poemas como “El cuervo” o relatos como “Berenice”. La creación es dolorosa, incluso un parto lo es, y a pesar de ello nadie niega que es un acto sumamente bello de entrega total y absoluta. Libros, cine, música... todos ellos pueden ser un perfecto entretenimiento y sin embargo también pueden ser una vía por la cual un dolor es compartido, sublimado, hecho sentimiento. Y nos quebramos mientras compartimos esa sensación, nos ayuda a ser humanos, a sentirnos nosotros mismos. La tristeza a veces depura, porque la felicidad nos venda los ojos. Un ejemplo: ante la banalidad del mundo, ante la pueril visión cínica y superficial del amor que estamos heredando de nuestros días yo sigo encogiéndome de vez en cuando en un rincón de mi mansión. Allí, con algo suave de Queen, MeatLoaf o las mas tristes composiciones de Mozart, luz tenue, penumbra protectora, abro... “La tregua” de Benedetti y por suerte, por una maravillosa y esperanzadora suerte, cuando llego a las ultimas paginas aun consigo regalarme las lagrimas que mantienen abierto mi corazón.

"Yo tengo el labio húmedo y conozco la ciencia
que en el fondo del lecho diluye la conciencia.
Enjuga todo llanto la gloria de mis senos
que hacen reír a los viejos igual que a niños buenos.
¡Y soy para quien sepa contemplarme sin velos
la luna, y soy el sol, las estrellas, los cielos!
Tan docta soy amando, queridos sabihondos,
cuando un hombre aprisiono en mis brazos redondos
o cuando a sus mordiscos abandono mi pecho,
frágil y libertina a la vez, que en mi lecho,
gustador del deleite que raya en frenesí,
hasta los mismos ángeles se perdieromn por mí."
(Fragmento de "Las Metamorfosis del Vampiro", de Charles Baudelaire)