Reflejos
Siempre me han gustado los espejos, es una relación especial. ¿Qué hay al otro lado? ¿Qué vida le espera a mi imagen cuando la dejo abandonada? Espero, me miro fijamente, y sigo esperando. No me dice nada, solo me mira. Y bajo la vista, y mi reflejo también, porque ninguno de los dos tenemos respuestas para el otro. Respuestas ocultas, respuestas que pierden su sentido al cruzar el cristal. Porque un espejo lo vuelve todo del revés, y al dar una respuesta en el otro lado se convierte en pregunta. Y ya tengo demasiadas, odio tener tantas preguntas sin respuesta. Borges, creo que comparto con el mi pasión por los espejos, mi barroquismo al escribir. Pero el era un genio, y mis torpes manos solo se deslizan con mucha lentitud sobre el teclado de tarde en tarde. Y en el fondo debo estar bien, porque las palabras fluyen pero no digo nada, no tengo nada que decir que merezca la pena ser escrito. En cada palabra me dejo una gota de sangre, no hay necesidad de desangrarse por banalidades que en nada me afectan.
Es de noche, es tarde, habla la casa, mi reflejo calla y yo encorvado frente a la pantalla intento encontrarme. Antirreflectante, vaya, practico pero inhumano, mi otro yo ya no acompaña mis monólogos nocturnos. Intento convencer a mi vaso sobre lo feo que esta vaciarse en plena noche, cuando mis manos no pueden dejar de escribir y mis labios necesitan estar húmedos. Y miro al cielo, y miro al horizonte y solo veo paredes cubiertas de gotéele y me pregunto si al otro lado hay horizonte... o simplemente, otra sucesión mas de palabras sin sentido o preguntas sin respuesta.