jueves, enero 19, 2006

"Mis monstruos"



Quise aprender a soñar con una ilusión nueva, radiante, sublime, única. Tuve que aprender a olvidar, apretando entre mis manos los restos de una muerta ilusión, cuyas afiladas aristas cortaron mi piel mas allá de toda materia. A través de la sangre, latido a latido, el veneno de mi derrota iba bañando mis músculos. Y no era pasiva autocompasión sino rabia, encendida y furiosa, la que ocupaba mi alma antes cándida. Y así aprendí a olvidar mis sueños y mis ilusiones, y comencé a tallar mi ídolo en bronce. Terrible, tan maravillosamente ofensivo a las delicadas mentes románticas que será muerte de cuantos poetas hayan dedicado una sola pagina a las artes de Cupido. Mis manos estaban dominadas por la rabia, y no me hizo falta esbozo alguno, mi mente y mi corazón, hermanados por fin, tenían claros cual debía ser el abominable rostro de mi gólem vengador. No de barro, ni oro, ni cualquier material débil o precioso... simplemente de cólera y furor, de rabia y desconsolación. Sí, ahí estaba... Alzándose ante mi vista, producto de mis mas enfermizas horas. Ahí estaba el producto de mi dolor, de mis mas oscuras pasiones...

En aquel momento cumbre pude escucharlo, una carcajada aterradora. Una carcajada que hacia retumbar las paredes de la casa, incluso las de mi propio espíritu. Allí, en aquel rincón, entre las sombras un loco de mirada perdida, un hombre de las cavernas amenazándome con su risa atronadora. Pero imposible... ¿quién? ¿Por donde? Acercándome hacia allí, sintiendo helarse mi sangre, frente a frente... ¡¡¡un espejo!!! Al fin frente a mi propia locura, al fin yo contra yo, sin intermediarios ni excusas. Y lo hice, alce el espejo en alto, lo lance contra mi gólem. Y solo un sonido: ¡¡Morid, morid y dejadme en paz!!